Hola amigos, esta semana os voy a poner las fotos de una tarta muy especial, la de mi hijo Iván. Y es que cada vez me lo pone un poquitín más difícil. Es fan de Club Penguin; un juego de ordenador que consiste en unos muñequitos que son pinguinos y éstos a su vez tienen unas pequeñas y simpáticas mascotas que se llaman Puffles. Pués bien, como cada cumpleaños, le suelo preguntar de qué quiere que le haga la tarta, y él me da una idea de algo que le guste, aún así, no deja de ser sorpresa, pués aunque él sepa el tema de la tarta, nunca se imagina el resultado final. Este año ha tocado Club Penguin, ¡y yo encantada!
Os cuento: preparé un bizcocho esponjoso de limón y lo rellené de nata (en casa nos gusta mucho la nata, somos muy tradicionales). Pero ahora viene lo difícil, y me vais a decir, ¿una tarta con fondant, rellena de nata? Si. Ya lo sé. No es recomendable el relleno de nata, ni de trufa para las tartas con cobertura de fondant (o pasta de azúcar), porque ésta es muy pesada y el relleno no aguanta el peso de la decoración. Es uno de mis inventos y la verdad, me salió delicioso. Mucho menos pesado, que si la tarta hubiera sido toda de fondant.
Os lo explico: El bizcocho estaba relleno de nata y cubierto de nata montada tambien. Ahora viene lo de "mi invento"; como mi hijo quería un paisaje de pinguinos pensé que la nata podría ser el escenario perfecto para un paisaje polar, donde poder poner sus mascotas preferidas. Me puse a modelar pinguinos y puffles y se me ocurrió que podía poner un iglú de fondant encima, de esta manera al que le gustara el fondant podría disfrutar de una porción, y al que le resultara demasiado pesado, podría optar tambien por un clásico bocado de tarta de nata.
Dicho y hecho. Horneé en un bol pequeño, una semi esfera de bizcocho. Preparé una buttercream de vainilla (esta crema es ideal para los rellenos de tartas de fondant, en el próximo post os prometo poneros la receta de la que yo hago, que sale deliciosa) y lo rellené y cubrí por completo para después colocarle la cobertura de fondant, que le daría el verdadero aspecto de iglú.
Una vez montado el pequeño iglú encima de la tarta de nata, solo quedó poner sus personajes favoritos y añadir unos copos de nieve cortados en fondant de color azul celeste para que hicieran contraste en la tarta blanca.
Con una manga pastelera, decoré los bordes haciendo con una boquilla de estrella, unas ondas. Espero que os guste el resultado. Lo que sí os puedo asegurar es la cara de sorpresa de mi hijo cuando la vió. No se la imaginaba así. Su sonrisa era radiante y sus ojos brillaban de felicidad. Otro año... ¡prueba superada!
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